Lara Arreguiz, quien estudiaba Ciencias Veterinarias en la ciudad de Esperanza, era insulinodependiente y murió el viernes pasado a causa de una pulmonía bilateral derivada de su cuadro de coronavirus. Esperó para ser atendida acostada en el piso.
El caso de Lara Arreguiz, quien murió por coronavirus en la ciudad de Santa Fe, conmueve por sus detalles. La joven de 22 años murió apenas una semana después de contagiarse del virus. Aunque era insulinodependiente, la rapidez con la que el Covid-19 arrasó con su vida es un llamado de atención y un motivo de preocupación para los médicos y las autoridades sanitarias.
Lara Arreguiz, la joven de 22 años de Ciencias Veterinarias en la ciudad de Esperanza, acostada en el suelo en el pasillo de un hospital de Santa Fe conmovió y puso en evidencia la situación de saturación que viven los centros de salud.
Su madre, Claudia Sánchez, contó que en un primer momento los médicos sospecharon que podía estar cursando la enfermedad, pero la enviaron a su casa debido a que no tenían medios para atenderla. El lunes pasado la chica fue nuevamente llevada a un centro asistencial, donde la hisoparon, le realizaron otros estudios y volvieron a enviarla a su casa.
Luego, con el empeoramiento de su estado general, su familia la trasladó hasta el nuevo hospital Iturraspe, donde tuvo que esperar en el pasillo y se le tomó una imagen que pronto se viralizó en redes sociales.
“Ingresamos, nos hicieron anotarnos. Lara ya estaba muy descompuesta; se ahogaba”, dijo su madre.
La mujer contó que insistió tres veces en Admisión para que los hicieran pasar porque Lara se desmayaba y, tras ser atendida por una enfermera, salió del consultorio y se quedó en un pasillo, donde aguardaban otras personas.
“Me dijo que quería acostarse y le pregunté al de Seguridad si podía recostarse en una camilla del pasillo, pero nos dijo que no”, añadió Sánchez, quien contó luego que su hija se acostó en el piso y que una señora les prestó su campera para protegerla del frío.
La mujer dijo entender “el colapso sanitario”, pero expresó su dolor por “haberla visto tirada en el piso sin respirar y que nadie haga nada”.
Luego de unos minutos, el médico atendió a Lara, que tenía ganas de vomitar a causa de la fuerza que debía hacer para toser. Tras la insistencia de la madre, lograron internar a la joven de 22 años en una cama del hospital. “Yo me quedé esperando en el hall porque no me dejaban entrar”, contó. Pasaron cinco horas y la mujer no recibió noticias de su hija, hasta que Lara le envió un mensaje diciendo que tenía hambre. Le compró un yogurt y se lo hizo llegar con personal del hospital.
Como no tenía noticias, la madre volvió a insistir con los médicos. Esta vez la atendió una médica que le dijo que a su hija le habían conseguido una cama en el viejo Iturraspe.
Cuando llegó la ambulancia para trasladarla al otro hospital, Lara salió caminando sola, con las pocas fuerzas que le quedaban y el suero en la mano. “Yo misma la ayudé a caminar y el chofer de la ambulancia me preguntó por qué la tocaba si tenía covid”, narró la madre, quien también dijo que ella ya había recibido las dos dosis de la vacuna contra el covid y que nunca dejaría sola a su hija. Esa fue la última vez que vio a Lara, porque después fue aislada por ser contacto estrecho. “No la vi más, no pude visitarla, solo iba su padre que ya había tenido covid y lo dejaban verla desde una ventana”, afirmó.
Ese lunes a la noche Lara entró al hospital y una doctora llamó a su madre para presentarse. El martes se comunicó con ella una asistente social para coordinar las visitas. El miércoles volvió a tener noticias de su hija: “la pasaban a una cama intermedia donde le pasaban insulina por goteo ya que tenía niveles altos”, precisó la mujer. El jueves le dijeron que la glucemia ya estaba controlada pero estaba mal su sistema respiratorio ya que tenía los pulmones tomados. A partir de ese momento la pasaron a una cama de terapia intensiva.
La última comunicación del hospital que recibieron los familiares fue el viernes a la madrugada. “Me llamó su padre a las 3 y me dijo que había fallecido luego de sufrir tres paros”, recordó la mamá de Lara.
Lara tenía 22 años y estudiaba veterinaria, por lo que pasó la mitad de la pandemia del 2020 sola. Desde octubre hasta febrero se quedó con sus padres, pero como tenía que volver a cursar virtualmente regresó a su departamento en Esperanza. Era integrante de S.O.S. Caballos y amaba a los animales. “Le molestaban las injusticias, el maltrato animal, siempre estaba atrás de algún perrito callejero”, contó su madre y agregó que tienen cinco perros y dos gatos. Lara estaba inscripta para vacunarse como persona de riesgo pero no había recibido su turno aún. Después de su muerte, la madre de la joven aseguró que espera que su historia “sirva para que con la próxima Larita tengan más consideración” en el sistema de salud. “Es lo único que pido”, concluyó.