Quienes hoy son adultos fueron parte sin dudas del presente en el que vivimos, y por ese solo hecho merecen ser respetados y amparados por el derecho universal a una vida digna en la adultez
Por Gerardo Scarcello
Cada 15 de junio se celebra el Día Mundial de Toma de Conciencia sobre el Abuso y Maltrato en la Vejez, instituido por La Asamblea General de las Naciones Unidas como el día del año en el que en todo el mundo expresa fuertemente la oposición a los abusos y a los sufrimientos infligidos a algunas de nuestras generaciones mayores.
En números absolutos, hoy en el mundo los adultos mayores de 65 años han pasado de 150 millones en 1960 a 697 millones en 2019. En 2018, por primera vez en la historia, el número de personas mayores de 65 años a nivel mundial, superó al de niños menores de cinco años.
Si bien los Estados que aprueban esta resolución mundial dicen elaborar políticas que mejoren la calidad de vida de nuestros adultos mayores, la realidad muestra en mayor medida lo opuesto; al menos en Latinoamérica, y por ende, en Argentina.
Se estima que el 66% de las personas de 70 años o más tienen al menos una afección en la salud, devenida propiamente por la edad, lo que los coloca en un mayor riesgo de impacto severo ante tantas enfermedades letales de los últimos tiempos; valga el ejemplo del COVID-19.
Mas allá de eso, cuando se habla de los mayores no se dice nada del respeto que ellos merecen, porque fueron parte de la construcción de nuestro presente. Sin ellos no habría un presente, sea cual fuere ese presente.
La vida por sí misma esconde ese misterio del ciclo en el que nacemos, crecemos, somos niños, adolescentes, ingresamos a la edad laboral y nos capacitamos, adquirimos experiencia, formamos una familia -o elegimos estar solos-, para luego envejecer y morir. En todo ese tiempo, los adultos fueron y son parte del presente y por ese solo hecho merecen ser respetados y tener una vida digna, aún en la adultez.
El maltrato a los adultos
Puede venir desde muchas aristas, el más visible es en lo económico, cuando la persona no llega a cubrir con su jubilación los gastos básicos y necesarios para seguir adelante en el cuidado de su salud, buena alimentación y servicios.
En Argentina, un jubilado tiene una remuneración mínima de $37.525, alrededor de 307 dólares al cambio oficial.
Con ese monto, es obvio que no se llega a cubrir los gastos básicos de una persona considerando que posea un lugar para vivir, si tiene gastos en medicamentos y menos aun si debe alquilar. Esta es una de las formas de abuso y maltrato que los Estados, a pesar de las reparaciones históricas, nunca llegan a solucionar, dejando a muchos adultos mayores sin cubrir las necesidades básicas.
Otra manera de maltrato es cómo nos dirigimos a nuestros adultos mayores, y aquí se pone en juego la educación que hemos recibido en casa y en la escuela, más aún las nuevas generaciones.
La otra falla clara del Estado está asociada sin dudas a las malas administraciones que han destruido el sistema educativo y, por ende, han propinado otro énfasis al maltrato y desprecio de nuestros viejos.
Sumamos al maltrato la discriminación, a través de las formas y usos de determinadas palabras, minimizando acciones hasta llevarlos al grado de tratarlos como infantes. Un ejemplo que está estudiado es el de “habla infantilizadora” o edadista, que en inglés se concibe como elderspeak.
El caso del infantilismo, es decir, no tener en cuenta lo que dice ese adulto y hablarle como si fuera un niño, castigarlos privándoles de alguna comida o entretenimiento si no hace tal o cual cosa, forma parte del maltrato psicológico por parte de familiares, cuidadores o personal de atención a los mayores y está mucho más extendido que otros maltratos más fáciles de identificar como el físico. Esto fue avalado por estudios realizados en la Universidad CEU de España.
Miles de personas mayores se enfrentan a vulnerabilidades adicionales en este momento. Además de las ya expuestas, la vida y la seguridad de las personas mayores son también amenazadas en redes sociales, mediante sus cuentas bancarias, su acceso a los servicios de salud, sus trabajos, sus pensiones, dejándolos susceptibles a engaños y estafas, aprovechando la debilidad propia de la edad.
Estas prácticas cobardes y salvajes del ser humano son partes de los atropellos que reciben quienes hoy ocupan el lugar que mañana ocuparemos nosotros.
Con respeto por la vida que queremos tener, es que debemos ofrecerles el mayor de cuidado a nuestros adultos mayores ¿nos tomamos un tiempo para reflexionar?