Como se trabaja en Alamesa, el restaurant gourmet de Buenos Aires atendido por jóvenes neurodivergentes

Sebastián Wainstein, director ejecutivo de Alamesa, un restaurant en Las Cañitas, Buenos Aires atendido por jóvenes neurodivergentes. En diálogo con el programa Digamos Todo, explicó que este lugar destaca por su excelente cocina, y por su profundo compromiso con la inclusión y la diversidad. Alamesa es un espacio que ofrece una oportunidad real de integración laboral para jóvenes neurodivergentes, demostrando que el trabajo digno y la superación personal no son conceptos exclusivos de unas pocas personas.

Alamesa nace de la visión de Fernando Pollack, un científico reconocido a nivel mundial, quien, al enfrentarse a la pregunta de qué haría su hija Julia después de terminar la escuela secundaria, encontró una realidad difícil de aceptar: muchos jóvenes neurodivergentes, tras finalizar su etapa educativa, terminan recluidos en centros de día, donde sus actividades son limitadas y poco desafiantes.

Con este panorama en mente, Fernando decidió crear un lugar donde los chicos pudieran trabajar de forma real, con una dinámica profesional, donde el compromiso y la producción fueran esenciales. La premisa era clara: si un joven no podía desempeñarse correctamente en su rol, debía haber consecuencias reales, como en cualquier otro trabajo.

«Lo primero que te voy a contar es que nosotros arrancamos sin un mapa, porque no hay experiencias en el mundo que igualen de alguna manera lo que nosotros hacemos. Entonces, lo primero que teníamos que saber era si se podía o no se podía hacer, la gran incógnita. ¿Cómo hacemos que un grupo grande de chicos tenga que producir comida? Y eso, en un punto, no estábamos realmente seguros de lo que se podía hacer, porque una cosa es hacer comida, de alguna manera, en términos caseros, y otra cosa es hacerlo en un restaurante que tiene procesos y manipulación de alimentos de otro tipo de nivel. En ese sentido, nosotros arrancamos con Julia y algunos de los amigos de Julia, para ver si esto era posible» explicó

Sebastián contó que empezaron de esta manera en una casa probando que pasaba con los chicos cocinando junto a un chef de renombre como Takehiro Ono, quien tiene espacios con estrellas Michelin, para ver si esto se podía hacer, entonces fuimos cada vez tomando más confianza de que esto realmente se podía hacer. Fuimos incorporando al resto de los chicos, que se van incorporando, en principio, por afinidades, porque íbamos, de alguna manera, corriendo la voz de que estábamos iniciando este proceso. «Yo, por un lado, Fernando, por otro lado, el psicólogo que teníamos trabajando en ese momento también con nosotros, por su lado, íbamos convocando a chicos que sabíamos que les podía llegar a interesar en la propuesta. Y, fundamentalmente, a las familias también, contarles de qué se trataba. Y, en ese sentido, empezamos con 16 chicos en el año 2022″.

Sebastián contó entonces que pasada esta etapa llegó el momento de la profesionalización y con algunas restricciones, comenzaron el camino actual de Alamesa: «Fuimos a un espacio gastronómico, en principio, de una manera más bien lúdica, a jugar que hacíamos comida, si querés, pero, después, esto, obviamente, en un momento, tenemos que empezar a tratarle la profesionalización. Y ahí es donde empieza, digamos, la aventura de construir un menú que todos los chicos pudieran hacer sin fuegos, sin cuchillos y sin balanzas. Y eso es lo que hoy es a la mesa, en términos bastante más profesionales» y agregó son todos platos de autor. Todos diseñados por el chef, por Takehiro Ono. Realmente son de un nivel excelente y que todos los chicos tienen que poder hacer».

Además el titular del restaurante dijo que «dentro de lo que es la neurodiversidad bastantes diversidades en sí mismas. Nosotros nunca fuimos a preguntarles qué trastorno, qué síndrome tenían o qué diagnóstico tenían, sino que, de alguna manera, lo fuimos incorporando y desafiando el tema, ya que básicamente son chicos que no conseguirían trabajo en otro lugar. Y, fundamentalmente, con tres exclusiones: la primera es que no fueran violentos, ni consumimos, ni con terceros. La segunda es que pudieran, de alguna manera, aprovechar la experiencia y saber dónde están. Hay chicos que, quizás, por su nivel de desarrollo, no logran tomar dimensión de lo que iban a hacer partícipes. Y, por último y quizás lo más desafiante, era tener familias que colaboren». En ese sentido Wainstein destacó que justamente una de las cosas que se remarcan con las familias es que entiendan «que esto iba a ser un trabajo, que esto es un negocio, que esto no iba a ser una terapia, sino que iba a tener un efecto terapéutico, pero no es una terapia».

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