El galerista argentino, que manejó durante 11 años la obra del artista colombiano, contó a NA como nació su relación laboral que se transformó en una profunda amistad.
El reconocido galerista argentino Daniel Mamam manejó durante los últimos 11 años la obra de Fernando Botero en todo el mundo y mantuvo con el artista colombiano, fallecido este viernes en Mónaco, una relación de amistad. “Siempre fue una persona muy entusiasta y de una generosidad extrema”, sostuvo en diálogo con NA.
“Nos conocimos a fines de 2012 gracias a la generosidad de Teresa de Anchorena. Ella nos presentó cuando yo abrí mi galería de Miami (Mamam Fine Arts Gallery) y entonces comencé a representarlo”, contó.
Su vínculo laboral pronto se convirtió en una amistad de la que también fueron parte la esposa de Mamam y Sophia Vari, pareja del artista, quien falleció el 5 de mayo pasado. “Tuve la suerte de conocerlo bien y disfrutar su amistad. Nos gustaba juntarnos a cenar, tomar un buen vino. Era un hombre con mucho humor. Yo lo visitaba en Pietrasanta, un pueblo mágico de Italia, donde están las fundiciones que usaba para hacer sus esculturas. Él pasaba dos o tres meses al año allí y reunía a su familia”, recordó el galerista.
Mamam también contó que solía visitarlo en Mónaco, donde vivía y tenía su taller de dibujo, y que se encontraban seguido en Nueva York, en distintas exposiciones o presentaciones.
En 2017, Mamam vendió al Pilar Golf en 1.300.00 dólares la obra El hombre que camina, una imponente escultura de 3,50 metros, que hoy se exhibe en el Hotel Hilton de ese partido bonaerense y cuyo precio, según el galerista, ascendió a más de 4 millones de la moneda estadounidense.
Hace pocos días, en ArteBa Mamam vendió Mujer con espejo, una carbonilla sobre tela por 380 mil dólares, uno de los precios tope de esta edición.
“Fernando fue un artista extraordinario. Hoy por hoy es el artista más reconocido en el mundo entero por el estilo de sus obras. Es alguien que se destacó desde muy joven y nunca paró de generar proyectos y hacer muestras en los mejores museos y galerías del mundo”, agregó. Y concluyó: “Sus famosas gordas, la nueva figuración, son de finales de los cincuenta. Desde entonces, el no cambió su forma de ver el arte. Continuó siendo bastante ácido como una especie de crítica a la sociedad. Creo que pese a su muerte todavía hay mucho espacio para que su obra siga creciendo”.