En la cocina del laboratorio ubicado en Recoleta, Martín Blasco, chief Scientific Officer de Eternal prepara en la sartén lo que parece una pechuga de pollo, pero no lo es. Se trata de una biomasa creada en un biorreactor a partir del hongo fusarium venenatum.
Horacio Acerbo es el fundador de Eternal y fue quien descubrió hace algunos años, por casualidad durante un viaje a Londres las propiedades del hongo fusarium venenatum que ya se usaba para consumo en ese y otros países.
Fue en ese momento que decidió investigarlo y contactó al departamento de Bioprocesos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Allí conoció a Blasco. “En su momento me contaron que este hongo se usaba de modo industrial y yo quería hacer una máquina chica para hacer proteína de forma hogareña. Mi idea era algo así como: ‘Hacé tu proteína en casa’”, cuenta Acerbo.
Tanto Acerbo como Blasco decidieron dejar sus otros trabajos para abocarse a este proyecto en 2017. “Una vez que pasan 20 años, la licencia alimenticia es de dominio público. No se puede repatentar, pero lo que sí patentamos fueron muchos procesos, optimizaciones y demás. Gracias a la inteligencia artificial, desarrollamos esta biomasa del hongo, a la que llamamos Mycofood y ahora estamos en la etapa de precomercialización”.
El equipo, con laboratorio en Buenos Aires, cuenta con The Union Group como su principal inversor. “La empresa tiene oficinas en San Francisco, Cabo Cañaveral y producen la biomasa en una planta en China, desde donde comenzó a vender a Singapur y a Holanda. Ahí, su consumo está aprobado”.
Blasco explica que el consumo del hongo está aprobado en Estados Unidos, Japón, Corea, Inglaterra, Oceanía, Europa. “En la Argentina solo hacemos investigación y desarrollo. Singapur se puso a la vanguardia porque se vieron limitadísimos en la pandemia cuando se cerró la frontera con Malasia y en Latinoamérica aún no está aprobado”.
La historia de un hongo
La empresa que en Inglaterra empezó a distribuir esta microproteína se llama Quorn. Empezó a distribuir sus productos en el Reino Unido hace cuatro décadas.“Lo venden en diferentes formas, lo que nosotros le agregamos es tecnología que no existía hasta hace unos años”.
En ese sentido, Acerbo sostiene: “La micoproteína no solo tiene la proteína de origen fúngido, sino que también tiene lípidos de buena calidad, minerales, fibras y vitaminas. Nosotros usamos IA para estudiar en tiempo real la estructura morfológica del hongo y la cantidad de proteínas que generaba, al modificar sus condiciones de cultivo. De esta manera, la inteligencia artificial aprendió de estos cambios, optimizando el medio de cultivo”.
Es un hongo filamentoso que crece como moho de pan, uno no puede tener una forma de producción simple, sino que para poder producirlo se necesita algo parecido a lo que se llama fermentación de precisión. “Se usan biorreactores, que son sistemas que tienen muy controlada la temperatura, el ph, la cantidad de oxígeno y nutrientes para poder producir esta biomasa que sale del hongo como una crema, una suspensión de esos filamentos en agua que tiene también nutrientes, sales y un montón de componentes. Separamos el agua del hongo y nos queda una masa”, explica Blasco.
Sobre este punto, Acerbo agrega: “Hay algunas empresas que están iniciando también su propio emprendimiento y falta que las empresas grandes del mundo empiecen a armar sus lugares de fermentación o unirse a empresas como las nuestras para empezar a hacer nuevos tipos de alimentos”.
Dónde está el hongo y cómo se fabrica la biomasa
“El proceso de fabricación no depende de la cadena de suministro tradicional y solo requiere fuentes básicas como carbono, agua, oxígeno y nitrógeno para su producción. El hongo fusarium venenatum está en todos lados y también hay bancos de hongos”, advierte Acerbo.
“Mi objetivo es hacerles llegar la biomasa a los más de cuatro millones de chicos en la Argentina que tienen déficit alimentario”.
“Se compra el hongo, se lo pone en un birreactor, se le da de comer la fuente de carbono y cada hora se multiplica por dos. Después, se saca la biomasa y fácilmente es convertible en pechuga, helado, hamburguesa o en cualquier cosa que nos guste comer sin conservantes”.
Acerbo explica: “Es más económico que la carne, el pescado o cualquier otra alternativa animal y que las vegetales -menos la soja que tiene otros temas-. Eso es hoy. Faltan investigaciones, modificaciones genéticas que permitan que produzca el doble de proteína, en la mitad del tiempo, con IA vamos a hacer productos más perfectos para la alimentación”.
Con respecto a la comercialización, Acerbo destaca que “la idea es vendérsela a las grandes empresas y el precio de venta del kilo de nuestra biomasa es de 4,50 dólares”.
Eternal y el sueño de terminar con el hambre en el mundo
“Dejamos todo para dedicarnos de lleno a este proyecto porque vimos que era muy importante porque podíamos darles de comer a los niños y además, descentralizar la fabricación de proteína (que la mayoría de las veces no es que falta, sino que la comida no llega porque hay problemas con la cadena de suministro, como ocurrió durante la pandemia del COVID 19 o la guerra de Ucrania)”.
“Fabricar comida con birreactores te permite hacerlo ‘in situ’, en el lugar en donde falta. Es agnóstico de sequías, problemas políticos, se pone la fábrica donde está el problema, se le vende al que puede comprarlo y se lo distribuye a los niños que están en peligro de morir de hambre”.
Por la parte social Acerbo, que estudió sociología, explica que lo que buscan es hacer llegar esta biomasa a los chicos que tienen esta necesidad de proteínas en los primeros mil días. “Existen redes en la Argentina como Médicos Sin Fronteras, Cascos Blancos, Banco de Alimentos, Unicef y otras ONG que están por el mundo para llevar este alivio”.
“Mi objetivo es hacerles llegar la biomasa a los más de cuatro millones de chicos en la Argentina que tienen déficit alimentario”, explicó.
Con respecto a las cifras de las que habla Acerbo, consultamos a UNICEF Argentina y si bien no manejan datos respecto a ese indicador, compartieron información en relación a la pobreza e indigencia: “La realización de un ejercicio de microsimulación para el primer trimestre de 2024, revela un aumento ostensible de la pobreza monetaria de niñas y niños: de concretarse ciertas previsiones macroeconómicas la pobreza total ascendería a un 71 por ciento y la pobreza extrema a un 34 por ciento. En términos poblacionales, implicaría que 8,8 millones de chicas y chicos serían pobres y 4,3 indigentes”.
“A nivel global, tenemos el dato del que se construyen los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), que habla de 16,7 millones de personas con inseguridad alimentaria moderada o grave en el país: eso está acá y se hace desde FAO, OMS, UNICEF a nivel global, pero no especifica sobre niñas, niños y adolescentes”, indicaron.
Desafío Alimentario del Espacio Profundo
“De casualidad llegamos al concurso de la NASA ‘Deep Space Food Challenge’ con Pablo de León que tiene su empresa en Cabo Cañaveral. Con él ganamos la fase uno y dos, y estamos en otro concurso de “las proteínas de mañana”: XPRIZE Fed the Next Billion para darle de comer al próximo billon, que está auspiciado por los Emiratos Árabes Unidos”.
Son concursos que duraron tres años y significan un reconocimiento enorme porque poder llegar a estas instancias es un orgullo. “Los próximos pasos son empezar a cerrar negocios de pasar a de samples a pedidos específicos de biomasa como empresa en sí. En investigación y desarrollo queremos seguir trabajando porque todo lo que tenga que ver con el espacio nos encanta”.
Pablo de León, el ingeniero espacial argentino que llevó a Mycofood la Nasa
En dialógo , de León explica que con el “Deep Space Food Challenge” (“Competencia de comida del espacio profundo”) la NASA quiere encontrar una alternativa para la comida en vuelos de larga duración, para por ejemplo un viaje a Marte que tiene casi tres años de duración que excede las fechas de vencimiento de los alimentos que se pueden llevar al espacio. “Es un viaje de un año de duración de ida, otro de vuelta, los sistemas de comida que usamos hoy en día no son factibles”.
“Trabajar con una biomasa que reemplazaría la proteína animal, en una base lunar o marciana. Tenés que tener el equipo para producirla. Una de las mejores alternativas a la proteína animal que no puede llevarse al espacio es esta”, destaca el argentino desde su oficina en Cabo Cañaveral.
De León destaca que, desde hace unos años, el consumo de este hongo está aprobado por la Administración de Alimentos de Estados Unidos. “En la Argentina todavía no se aprobó porque no hubo un producto comercial que lo requiriera. El proceso se conoce, se utiliza y tiene muchísimas aplicaciones terrestres. Sin duda sería muy valioso en Tierra para terminar con problemas localizados de hambre, donde haya crisis humanitaria”.
“No es ciencia ficción esto que está ocurriendo. Nos va a permitir en un punto determinado dejar de ser una especie uniplanetaria, vamos a tener de alguna manera grupos de seres humanos que viven más allá y estoy convencido de que es algo muy importante para los que vivimos en la Tierra y para los que formen parte de esa aventura”, finalizó De León.