La escena captada por una cámara es dantesca, ya que a pesar de la presencia de un destacamento policial fijo en la zona, los agentes parecen ser simples espectadores de estas actividades ilícitas. Desde la Municipalidad dicen que “no pueden hacer nada”.
La situación no es nueva y ocurre hace años. En la avenida Eudoro Carrasco, en la Costanera Norte y a metros del puente Rosario-Victoria, la noche se convierte habitualmente en un peligroso espectáculo de carreras ilegales. Motos sin patente, sin casco y con escapes libres, junto a autos tuneados con potentes equipos de música, dominan la escena hasta las 6 de la mañana. Estas picadas ilegales, que reúnen a unas 100 motos, no solo generan un ruido ensordecedor que hace temblar las casas de la zona, sino que también ponen en peligro la seguridad de todos. La Policía se pasa la pelota con Control Urbano de la Municipalidad. Desde Control Urbano afirman “que no pueden hacer nada”.
La escena captada por una cámara es dantesca, ya que a pesar de la presencia de un destacamento policial fijo en la zona, los agentes parecen ser simples espectadores de estas actividades ilícitas. Los residentes, desesperados, intentan sin éxito llamar a Control Urbano, que suele tardar 40 minutos en atender las llamadas y luego informa que poco pueden hacer al respecto. La frustración de los vecinos es palpable: “Control Urbano no nos atiende. Nos tienen siempre 40 minutos en el teléfono y después nos dicen que no pueden hacer mucho”, expresa un vecino afectado y cansado de denuncias, sin respuestas.
La situación se agrava porque las picadas no son un evento ocasional, sino una rutina nocturna que comienza alrededor de las 3 de la mañana y se extiende hasta el amanecer. Los ruidos de las motos y autos, descritos como explosiones, son insoportables y generan un temor constante entre los vecinos, quienes se sienten indefensos. “Nos tapan toda la calle, no se puede pasar, la cantidad de gente es impresionante”, comentó un vecino de la zona, alarmado por la magnitud de las reuniones.
El problema radica en la falta de coordinación entre la policía y Control Urbano. Mientras la policía asegura que el control de estas carreras es responsabilidad de Control Urbano, este último afirma que no puede actuar sin la presencia policial. Esta falta de acción conjunta deja a los vecinos en una situación de desamparo. Aunque ocasionalmente el 911 envía móviles para dispersar a los corredores, estas intervenciones son esporádicas y no solucionan el problema de fondo.
Lo más preocupante es la impunidad con la que operan los corredores. Sin controles de tránsito efectivos, las motos y autos corren sin ningún impedimento. La falta de medidas preventivas, como la instalación de cámaras o lomos de burro, facilita que las picadas se trasladen de una zona a otra, como ha sucedido recientemente desde el Serrucho a la parte norte de la Florida Paga, y ahora a la Costanera.
Los vecinos reclaman una solución permanente. “Dependemos de la buena voluntad de acciones puntuales, pero necesitamos algo constante porque esto es todos los días”, insistió el testigo entrevistado. La inacción de las autoridades no solo fomenta la inseguridad y el ruido insoportable, sino que también deja a los residentes en un estado de indefensión y miedo continuo.
Por último, indicó que la situación en la Costanera Norte no puede seguir siendo ignorada, como sucede desde hace mucho tiempo. Se requiere una intervención inmediata y coordinada entre las autoridades policiales y de control urbano para devolver la tranquilidad y seguridad a los vecinos de la zona.