Efecto Pigmalión: qué es y cómo influye en las conductas cotidianas

La confianza que los docentes y las familias tienen sobre las infancias determinan sus posibilidades de éxito a lo largo de su vida. Conversamos con una experta en educación y neurociencias acerca de las consecuencias de este fenómeno.

Por Laura Gambale

 

El vínculo de respeto y confianza que se establece entre las figuras de autoridad y las infancias y adolescencias son fundamentales desde los primeros años de vida ya que desde que ingresan al ámbito escolar, el docente comienza a ser la otra figura (además de sus familias) con capacidad para condicionar sus creencias, su autovaloración y la confianza que tengan en sí mismos.

Teniendo presente que las palabras tienen poder (comprobado por las neurociencias) y que los vínculos asimétricos, en este caso con menores, pueden ser positivos (cuando cuidan) o totalmente nocivos (cuando son descalificativos y violentos), la educadora especializada en Neurociencia e inteligencia emocional Eli Delacour explica  porqué es de suma importancia conocer de qué se trata el efecto Pigmalión y de qué manera deberíamos actuar.

En primer lugar, ¿a qué se llama efecto Pigmalión? Es popularmente conocido por la relación que se establece entre profesores y alumnos, aunque también sucede entre padres e hijos, amigos e incluso en relaciones de pareja.  En el caso de lo que ocurre dentro de la escuela, se refiere a las expectativas del docente en relación al alumno y cómo éstas influyen en su rendimiento escolar.

En el efecto Pigmalión, los maestros tienden a ofrecer a aquellos alumnos que prejuzgan como más capaces un mayor soporte emocional, una retroalimentación más clara de sus progresos, mejores oportunidades para desarrollarse, y se esfuerzan más en motivarlos.

Distintos estudios probaron que los profesores dedican más atención y ofrecen mayor soporte a los alumnos que prejuzgan como “mejores”. Al mismo tiempo, los alumnos que reciben una determinada “etiqueta” también responden de maneras distintas de acuerdo al nivel de valoración que sienten por parte de los educadores.

Como los estudiantes están en plena etapa del desarrollo de autonomía, la mirada de la figura de la autoridad, en este caso los docentes, pero también sucede con los padres, representa mucho en la construcción de su propia personalidad. Tanto en la escuela como en casa, la opinión que tengan sobre ellos y la etiqueta que se les ponga, hay que ser conscientes (y responsables) ya que se la van a creer porque todavía no tienen la posibilidad de discernir acerca del juzgamiento que está haciendo esa persona sobre uno mismo, y de entender que solo se trata de una opinión”, detalla la especialista.

Y advierte: “En la escuela se tendría que tener en cuenta la individualidad de cada estudiante a partir del simple hecho de no compararlos entre ellos”.

Algunas herramientas para el aula

 Promover el trabajo en equipo para que todos puedan lucirse y a su vez para que sea un aprendizaje más significativo e integral.

– Contemplar las inteligencias múltiples: saber que cada uno tiene distintos tipos de inteligencias más accesibles y desarrolladas. Hay algunos que tienen más facilidad para el razonamiento lógico-matemático, otros a través del movimiento corporal, y otros a través del arte, entre otras. Por eso es clave respetarlas y en lo posible potenciarlas.

– Crear y contemplar las diferentes estrategias de aprendizaje: no todos aprendemos ni tampoco incorporamos el aprendizaje de la misma manera.

Los efectos negativos del efecto Pigmalión

Está comprobado el poder que tienen las palabras en la infancia y adolescencias y la capacidad de influencia que tiene lo que las figuras de autoridad les digan a sus alumnos y lo que crean de ellos. Todavía están en una etapa que toda la seguridad la tienen los adultos para ellos –aunque se muestren rebeldes-, entonces, la mirada que les devuelvan de ellos mismos, si es negativa, en la adultez va a repercutir con falta de confianza en sí mismos, falta de seguridad para presentar determinada idea, dificultad para poder comunicarse con otros y generar espacios de discusión, y por esa falta de autonomía siempre estarán esperando el respaldo de otros para valorarse y conseguir seguridad”, detalla Delacour.

Y pone de ejemplo el caso típico en el que el alumno se cree eso que un solo profesor (porque con una sola situación angustiante alcanza para que el estudiante se sienta determinado por esa creencia que se tiene sobre él) le dicen una y otra vez que es malo para las matemáticas. Además de condicionar su desempeño escolar, es probable que cargue con esa creencia durante toda su vida evitando tomar tareas que involucren las matemáticas. Y quizás, con suerte, puede ocurrir que a través de un trabajo o una carrera elegida donde hay materias con matemáticas, se sorprenda resolviendo problemas sin dificultad y recién entonces descubra que sí era bueno en matemáticas.

“Hay que tomar real consciencia de las palabras que utilizamos y lo que decimos en la infancia y adolescencia porque influyen y determinan las oportunidades y las capacidades de las personas: Una palabra mal dicha o mal usada puede determinar el futuro de un niño”.

 

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El efecto Pigmalión y un aspecto positivo

Existe un costado que podría ser positivo. En este caso, el docente genera un vínculo de confianza con el alumno potenciando la posibilidad de comunicarse libremente y así, habilitará un tipo de aprendizaje a través de la empatía. “Esto debería ocurrir con todos los alumnos, esa es la clave”, indica Delacour.

“En la vida adulta –agrega-, va a impactar generando confianza frente la mirada de la autoridad ya sea para un trabajo o para otra cosa. A su vez, va a generar capacidad para dialogar y debatir sin tener miedos e inseguridades que lo limiten previamente, y va a potenciar la capacidad para el trabajar en equipo”.

 

Qué deberían hacer los adultos a cargo

Delacour detalla algunas actitudes positivas a tener en cuenta (en casa y en el aula) para escapar a la lógica del efecto Pigmalión.

  • Mostrar el error como una oportunidad de aprendizaje
  • Mostrarnos como adultos que no somos los dueños de la verdad, en cambio que también somos aprendices como ellos, y a su vez vulnerables. Ese es uno de los mayores aprendizajes que podemos transmitirles (a los alumnos y a los hijos) desde el propio ejemplo.
  • En la escuela, es importante romper con los estereotipos de siempre que ponen la atención al alumno que más sabe, y dejar de etiquetar y focalizar en el rol de la enseñanza como unidireccional.
  • Asimismo, poner el foco en evaluar el proceso y la trayectoria académica y no tanto el resultado.
  • Que las calificaciones sean de forma consciencia y no que provengan de etiquetas o creencias previas.

 

La importancia de la regulación emocional

“Los adultos deberíamos poder controlar nuestras propias emociones:  no se puede justificar una palabra violenta o negativa hacia un alumno por el solo hecho de que tuvo un mal día, no tiene suficiente paciencia para razonar de otra manera”, argumenta la educadora.

Y destaca a modo de reflexión final: “Las palabras ya dijimos que tienen poder porque se terminan creyendo; el niño no entiende que lo dijiste porque tuviste un mal día, en cambio quedan grabadas para siempre en sus creencias. Por eso, es probable que todos recordemos algo que nos haya dicho o hecho un profesor (sea algo bueno o malo). Quizás no recordamos fechas específicas, pero seguramente si nos acordemos de un profesor que participaba en los conflictos que había en el aula o que se involucraba con tu familia si estabas pasando un mal momento, como también es muy probable que nos acordemos de ese profesor que nos hizo sentir mal, que nos hizo creer que no servíamos o que nunca lo íbamos a lograr“.

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